El Gesto de la Rebeldía Eterna

El Gesto de la Rebeldía Eterna

Se cuenta que mucho antes de que las guitarras eléctricas definieran una era, existía un gesto. Nacido en los pueblos antiguos de Italia, hace siglos, era un susurro silencioso, una defensa simple de dos dedos alzados, que las abuelas usaban para ahuyentar el "mal de ojo", para desviar las malas vibraciones. Durmió en la tradición, un pequeño secreto familiar, una chispa esperando su momento.

Y ese momento llegó. No bajo el sol mediterráneo, sino en la penumbra vibrante de un escenario a finales de los años 70. Mientras el símbolo de la paz de los años 60 y principios de los 70 aún flotaba en el aire, entre el humo denso y el estruendo de un bajo atronador, un hombre de voz legendaria y mirada intensa, Ronnie James Dio, recordó la sabiduría de su abuela. Alzó la mano, los dedos índice y meñique apuntando al cielo, el pulgar guardando los otros. No era para protegerse, sino para convocar.

En ese instante, el antiguo amuleto renació. Se transformó en un grito silencioso, en un puente de energía entre el músico y la multitud. Ya no ahuyentaba al mal; invitaba al espíritu del rock, a la furia controlada, a la libertad sin límites. Se convirtió en la "mano cornuta", sí, pero para los fieles, era el "cuerno del diablo" de la música, un pacto sellado en sudor y distorsión.

Desde aquel final de los 70, y a lo largo de las décadas de los 80 y 90, el gesto se propagó como un incendio, cruzando océanos y generaciones. Hoy, en pleno siglo XXI, cada vez que una mano se alza así en un concierto, no solo invoca el poder de la música, sino que susurra la historia de una abuela, un cantante y un legado. Es un símbolo de unión, una señal de rebeldía, el juramento de que el rock, como las leyendas, nunca morirá.

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