David Gilmour y la nota infinita

David Gilmour y la nota infinita

Durante la grabación de The Dark Side of the Moon, los miembros de Pink Floyd estaban obsesionados con una idea: crear un sonido que no se pudiera olvidar. Un día, mientras David Gilmour improvisaba con su Stratocaster en los estudios Abbey Road, Roger Waters le propuso un reto: “Tocá una sola nota… pero que dure para siempre.”

Gilmour sonrió, no dijo una palabra y bajó las luces del estudio. Ajustó su pedal de delay, afinó el vibrato a la perfección y dejó que un solo tono fluyera como una ola sostenida, densa y emocional. La nota parecía expandirse por las paredes, flotar en el aire, envolver a todos en la sala. Los ingenieros se detuvieron. Nadie hablaba. Fue solo un instante… pero todos sintieron que estaban escuchando algo eterno.

Ese momento no quedó registrado en cinta, pero quedó en todos los que lo presenciaron. Más tarde, Gilmour diría en una entrevista: “La nota perfecta no es la que tocás. Es la que dejás vibrar.”

Años después, muchos fans creen que ese instante fue la semilla de lo que se convertiría en el solo de “Time” —una secuencia simple, pero cargada de emoción, que se clava en el pecho sin necesidad de velocidad ni fuegos artificiales.

En un mundo lleno de ruido, Gilmour mostró que a veces una sola nota basta para decirlo todo. Desde entonces, esa es la búsqueda de muchos guitarristas: no tocar más, sino tocar mejor… o tocar algo que no se olvide.

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